Comunicación en crisis

Análisis
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La información y la comunicación están viviendo momentos de crisis. Ahora cada noticia y cada palabra tiene un precio. ¿Qué pasa si un medio nos engaña, tergiversa, inventa o cambia?  ¿Ya no existe responsabilidad?

Está a plena luz del día, no hay nada que ocultar, están siendo utilizados como herramientas de manipulación, lo cual ha desembocado en actos de odio y desconfianza. ¿Debería el ciudadano cumplir con un rol frente a la prensa?, ¿nos enseñan a identificar que es fake y que no? Simplemente se está vulnerando el derecho a la información .

El ciudadano es un veedor y está en su derecho de aceptar o rechazar el producto, tiene libertad para hacerlo, además sus derechos están garantizados en la constitución, leyes y acuerdos internacionales. 

Más allá de nuestro criterio, tanto para periodistas y ciudadanos, debemos apostarle a un solo interés: educarse. Solo la educación cambiara nuestro pensamiento, nuestros esquemas, sistemas y formas de gobernar y convivir en sociedad. Solo con educación los ciudadanos decidiremos que información es buena o mala, así se consolidaría una verdadera democracia.

Nos hemos sentido confiados al buscar algo relacionado a un tema en la web o mirar el noticiero al que por años nos hemos enlazado, porque sentimos familiaridad con el presentador. Pero han jugado con nosotros, con su falta de investigación y objetividad, donde priman los intereses políticos y económicos, jamás su objetivo principal ha sido brindarle información veraz a la población. Bajarnos de esa nube nos ha robado la esperanza de quienes amamos está profesión. La pregunta es, ¿no deberían existir sólo medios de comunicación transparentes, con valores, en los que podamos confiar ciegamente y no preocuparnos si son medios honestos o deshonestos? Lo hacen ver como una utopía.

Es cierto que la objetividad periodística es subjetiva, que podemos renquear con el pie derecho o con el izquierdo, pero eso no puede permitir que nos nuble los sentidos. Acá está completamente desprestigiada la imagen del periodismo ecuatoriano, que se atribuye a muchos factores que deben ser analizados. Por ejemplo: Cuando se negocia con la profesión y la consideran una mercancía, cuando se vende o traiciona su ideología y se cambia al mejor postor por conveniencia monetaria, cuando en el seno del hogar no se han cultivado principios ni valores y por ende, desconoce que es actuar con ética, cuando ese periodista es maltratado salarialmente y cuando piensa distinto a los grandes intereses de los sistemas.

En nuestro país, el mayor desprestigio radica en las grandes élites que quieren controlarlo todo, pues , narrar la verdad para el periodista y destapar excesos, arbitrariedades o demostrar irregularidades le cuesta su tranquilidad. Hemos visto como son perseguidos, acosados, intimidados y silenciados. .

Veo mucho más compromiso en algunos medios digitales, jóvenes periodistas sin miedo a la verdad, representando la voz de un pueblo que quiere ser escuchado e informado, brindándole apertura a quienes han sido callados y censurados por darle la cara a los problemas sociales, políticos y económicos que golpean a diario a nuestro país, nos hace pensar que prevalece el amor a la profesión.

El periodista no puede creer si le dicen que está lloviendo, mucho menos decir que está lloviendo porque le están pagando por decirlo. El periodista tiene que salir, mojarse y comprobar que es así.

Espero que la nueva generación de periodistas tenga más sentido de la ética que cualquier otra cosa, que el amor a la investigación no se pierda y que prime la objetividad. Sueño con un Ecuador libre de corrupción, con periodistas imparciales y sin intereses políticos, que sean sostenibles y que ayuden a fortalecer los procesos democráticos, la cultura y la educación. Todavía creo que pueden existir mejores comunicadores, más humanos, más sensatos y sobre todo honestos.

 

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