Cristina puso en marcha la operación "dos pájaros de un tiro"

Opinión
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Por Eduardo Reina (Argentina): Consultor especializado en Comunicación Institucional y Política, Asuntos Públicos y Gubernamentales, Manejo de crisis y Relaciones con los Medios. Magister en Comunicación y Marketing Político.

Mientras Cristina juega a deshacerse de su responsabilidad, Massa apuesta a doble o nada porque tiene una gran ambición de poder y está lejos de resignar su carrera presidencial. En el medio Alberto Fernández se transforma en el principal escollo que tiene la gestión de gobierno hoy.

Las historias de la repartición del poder para conformar alianzas pasajeras, por lo menos desde los triunviratos romanos hasta ahora, son siempre una novela que empieza con gestos de amistad pero pronto se convierte en una red de intrigas en las que las partes esperan ser traicionadas mientras confabulan para traicionar. Tradicionalmente cuando uno de los socios se queda con todo el poder es porque primero hizo causa común con parte de los asociados para destruir a otra parte y una vez utilizado, el aliado se convierte en el nuevo enemigo a derrotar. De forma tal que quien obtiene la suma del poder se debe hacer cargo de lo que hizo para ganarlo.

Otra forma harto tradicional es el famoso, “divide y reinarás” que busca enfrentar a los otros para que, una vez debilitados, sea más fácil dejarlos afuera del poder. Sin embargo, Cristina, que tiene casi tanta creatividad para la intriga política como la que usa para describir sus historias de gran gobernante y persecución política, parece estar explorando un camino poco frecuente.

Como si se lavara las manos mientras predica que no es culpable por la sangre del inocente que ella misma manda a crucificar, Cristina juega a deshacerse de su responsabilidad en el gobierno para salir una vez más indemne del desastre de gobierno.

Al darle el visto bueno y el apoyo a Massa, ante todo, busca que las caras visibles del desastre que se ve cada día más inminente sean los otros dos accionistas del Frente de Todos para ella quedar apartada del desastre. Les cede a sus socios la posición de poder para estar en posición salir a proclamar su incapacidad de intervención cuando estallen los problemas acumulados y criticar al gobierno puesto por ella fingiendo que está desde el llano.

El rol de Sergio Massa

Massa por su parte, se juega a doble o nada porque tiene una gran ambición de poder y está lejos de resignar su carrera presidencial y presentó la actividad comunicativa que propios y ajenos le reclamaban al Frente de Todos desde que se fue agotando la épica de la pandemia.

Las otras dos figuras, de a poco, se recluyen en un papel más testimonial y decorativo. Por su parte, Cristina, fuera del lavado de manos que viene preparando hace tiempo respecto de las malas decisiones del gobierno que ideó y sus desaciertos, también está fuertemente consumida por la agenda judicial. Su preocupación está centrada en ese lugar y descansa en la idea de que la ambición política de Massa sea suficiente para llenar del tan mentado “volumen político” a la gestión de gobierno y sobre todo que lo lleve al tigrense a poner toda la carne al asador y usar sus contactos y su imagen positiva entre los diversos generadores de divisas para conseguir los fondos necesarios para mantener a flote esta economía remendada hasta octubre cuando haya pasado la temporada de mayor demanda energética.

Mientras Alberto se retira, los dos socios mayoritarios se miden en silencio pensando en rearmarse en un futuro. Sergio Massa además de habilidad, tiene ambición y bastará con que logre algunos méritos para que intente quedarse con el peronismo. Cristina apuesta por una figura a la altura de su épica setentista y arma su relato para que la inminente condena la deje frente a su núcleo duro y aledaños como una mártir política para poder rearmarse una vez más desde ahí y disputar de nuevo el peronismo.

Sin embargo la tarea de los dos que no se rinden no es sencilla.  Por su parte Massa se juega todo a sus contactos y a su peso político propio. Pero aprenderá a los golpes que es un error pensar que solo con política se solucionan los problemas y los errores cometidos, y que una cosa es tener buena relación con el empresariado y otros sectores productivos cuando se está afuera y se deslindan las responsabilidades sobre las decisiones antipáticas, y otra muy distinta es cuando tenés que gobernar o gestionar empujado por un grupo de empresarios que ven que el país se deshilacha día a día y necesitan salvar sus monedas. En este punto en el que la cosa parece virar hacia el “sálvese quien pueda”, a los sectores productivos les cae ideal un ministro con ¨poder aparente¨ frente al candidato a de la Rúa que se esforzó por ser Alberto Fernández.

Massa comenzará oficialmente a manejar una gestión, deberá programar todas las áreas con el principal objetivo de que su equipo ponga límites al gasto. Porque el show mediático montado hasta ahora y la confianza en la figura del tigrense se acabará pronto si no hay medidas concretas y resultados más o menos demostrables en el corto plazo que indiquen un camino medianamente practicable.  Como dicen los burreros: “en la cancha se ven los pingos”.

Todavía todos quieren a Massa y sus “superpoderes”, pero él sabe que lo que viene, por más palabras bonitas y vueltas que le dé, es un ajuste y que el que lo firme tendrá que poner la cara para defenderlo y si además no hay resultados, quedará dinamitada su imagen política. Ahí está la apuesta de Cristina que en todo este combo de medidas se involucrará solamente en la medida en que solucionen problemas o sean bien recibidas por la gente y, en cuanto vea que está por explotar la bomba, sacará los pies del plato y volverá a recluirse en la crítica sin piedad ante su público de aplaudidores seriales.

Si bien la apuesta de Cristina no es del todo segura, es cierto que Massa no está acostumbrado a comer tierra y que puede que no haya previsto un plan de salida si fracasara en su gestión. De lo que podemos estar seguros es de que el plan de salida del líder del Frente Renovador no estará con ella, con quien hoy juegan una partida de amor odio esperando a que se defina la situación y puedan ver quién tiene las cartas ganadoras.

Cristina frente a la Justicia

Además, por su parte, Cristina tampoco la tiene fácil pese a los esfuerzos que hace y a las apuestas a que sus fanáticos armen una pueblada salvadora que cambie la justicia por el clamor popular. Frente a ella tiene un fiscal que, con gran manejo mediático, deja cada día que pasa la imagen  de los Kirchner más innegablemente incriminada por las pruebas que tiene en su poder y que va revelando con locuacidad y un gran uso del suspenso.

La vicepresidenta sabe que podrá recusar a todos los funcionarios judiciales que se atrevan a señalarla para apartarlos de la investigación, pero que ella no se puede apartar de lo que prueba la investigación llevada a cabo por estos. Por esto, lejos de defenderse, Cristina se dedica simplemente a atacar vinculando su proceso con temas lejanos a la causa con el solo fin de que todo se dilate para evitar que a fin de año se concrete una muy probable condena en su contra que sería la primera firme en su haber.

La vicepresidenta apuesta todas sus cartas a que pese a la investigación y las pruebas del fiscal Luciani, siempre conservará un grupo más o menos significativo de partidarios que denunciará persecución judicial sin siquiera atender al trabajo de los funcionarios judiciales.

Por último, pese a que se va apagando de a poco, Alberto Fernández no deja de ser al día de hoy el principal escollo que tiene la gestión de gobierno hoy. Sin poder y con muchas dudas termina intensificando su voluntad neutralizadora y haciendo que todo se convierta en algo imposible de mover. El gran desafío en ese caso para las restantes partes del Frente es ver cómo logran que “Alneutro” se ponga en gestor de la crisis y que aunque sea se haga cargo de su parte firmando lo que debe firmar.

Todos son conscientes de que el “superministerio” de Massa, es la bala de plata que les quedaba, que será la última oportunidad que tiene este frente de lograr subsistir. O logran activar al presidente para que al menos los deje gestionar la crisis o la crisis se los lleva puesto a todos. Tal vez la única que esté calculando quedarse con el último salvavidas sea Cristina. Por eso hoy está cada día más afuera de la gestión y aunque sigue sobrevolando, exigiendo y quejándose, no hace nada de esto en público mientras su cara la pone solamente para la foto de reuniones que vea que le sumen o para dar buenas noticias.

Hoy Massa cree tener el apoyo de Cristina, pero ella no le da apoyo a nadie y calcula cómo rearmarse tras la tormenta que se avecina. Pese a que sostienen en el entorno de la vicepresidenta que ella se halla enojada, de mal humor y confundida respecto del camino a tomar; la oposición sigue sin animarse a tocarla y esperan que el desgaste natural sea suficiente para acabar con la principal accionista del Frente de Todos. Puede que Cristina una vez más se salga con la suya y logre matar dos pájaros de un tiro, pero todos también saben que puede que el tiro le salga por la culata y ese sea su golpe de gracia.

Fuente: https://www.perfil.com/

 

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