El papa ha creado una nueva ideología progresista que genera esperanza y renovó en las formas a la Iglesia y creó un nuevo evangelio para la política.
Francisco es el personaje más político del mundo. Y no sólo porque la Iglesia católica es muy política, sino porque su líder se ha convertido en la estrella ideológica del siglo XXI. Recibió una iglesia retrógrada, conservadora, decadente, de ricos y viejos pedófilos y ladrones, y la ha transformado en una marca progresista, dialogante, de pobres y jóvenes. De una religión triste a un Jesús alegre. Y todo lo hizo vía comunicación. Y todo lo convirtió en política.
En política, Francisco encarna el nuevo progresismo, ese que no produce miedo, no es el de Marx y la lucha de clases; ni el bolivarismo de Chávez y su paranoia de la conspiración del imperio; ni el progreso social sin tocar el sistema de Lula, el Pepe, el Evo, Bachelet o Cristina; mucho menos es el sandinismo cristiano hippie de Ortega. Según, Austen Ivereigh (2017) Francisco es el creador de una ideología en la cual “los pobres del mundo trabajan con la Iglesia y las organizaciones de la sociedad civil para crear una economía al servicio del florecimiento de la humanidad, mientras convocan a los Estados a recibir con solidaridad a los migrantes”. El Papa hace un populismo que propone la búsqueda cotidiana de "las tres tes" (trabajo, techo y tierra), que tiene como performance la proximidad y que construye diálogos donde otros edifican muros.
Rubén Amón (2017) denomina papulismo al populismo del Papa o cómo cambiar todo sin haber cambiado nada, ya que “su revolución es de las formas, una catarsis de las apariencias que se basa en homilías buenistas y fomenta las aspiraciones elementales de la paz y el amor“. Un papulismo tan efectivo que ha sensibilizado a la izquierda agnóstica y atea. El comentarista político estadounidense de derecha, Rush Limbaugh, vocifera que es “puro marxismo”. La derecha colombiana que es el anti-cristo. El periodista Martín Caparrós concluye que solo es un “clásico del peronismo… ser pobrista”.
Francisco deviene el progresismo que se puede citar en estos tiempos de la democracia entretenida y nueva era. El papulismo no produce miedo porque tiene estilo cool & pop. Por eso, promete y actúa una iglesia joven y alegre que se entusiasma con los pobres. Y en consecuencia es el líder más buscado del mundo en Google y récord de impacto en redes sociales. En el 2013 fue el más pop-star para la revista masculina Esquire; el personaje del año para Time y Vanity Fair; el cuarto “más poderoso del mundo” según Forbes; popstar de Rolling Stone ya que tiene una actitud rockera al patear el tablero y sorprender con sus declaraciones.
En su retórica cool junta religión con política y fútbol. En el Sermón del fútbol de Río de Janeiro (28 de julio del 2013) prometió que “Jesús nos ofrece algo más grande que la Copa del Mundo”: el Reino de Dios. Y nos contó que jugar el partido de Dios es como estar en la tribuna y en la cancha a la vez: “Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, que seamos sus discípulos, que juguemos en su equipo”. Y como hinchas (ahora de Dios), él “nos pide que paguemos la entrada y la entrada es que nos entrenemos para estar en forma para afrontar sin miedo las situaciones de la vida”.
Finalmente aconseja que “cuando se suda la camiseta tratando de vivir como cristianos experimentamos a lo grande”. Y por eso invita a que los católicos sean como futbolistas: “protagonistas, jueguen para adelante, pateen para adelante construyan un mundo mejor”.
Francisco es todo un pop-star, un fuera de serie, un crack.
La retórica política siglo XXI es lo cool & pop que no tiene líderes sino influencers, huye de las ideologías para ganar la buena onda y la esperanza. Y Francisco lo hace posible cuando predica verdades que queremos oír y creer; por eso, junta alegría y posibilidad; habla de Dios, fútbol y buena onda; pide seguidores y fe. La retórica de Francisco es la de las emociones populares y la espiritualidad pop; cuenta historias de héroes y villanos, de tragedias y esperanzas, de sufrimiento y fe; usa los referentes de fútbol, religión y la política, ya que son modos de estar juntos más allá de clases, educación, nación, redes. Su mensaje es eficiente porque propone catarsis colectivas para poder sobrevivir en este mundo donde todo es productividad, eficiencia, dinero, éxito.
Francisco es todo un pop-star, un fuera de serie, un crack. Un celebrante de la coolture: esa de la buena onda, de la crítica con estilo, de lo contracultural. La religión deviene crítica y política. Francisco es impecable para la cultura del entretenimiento porque se supone crítico cuando relaja, emociona, divierte y produce esperanza.