"Vamos a necesitar transformar la forma de vivir en las ciudades"

Ciudades Inteligentes
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Carlos Moreno es profesor en la Sorbona, director científico de la cátedra sobre territorialidad. Ingeniero de formación, apasionado por las matemáticas, la informática, emprendedor e investigador.

Fue uno de los primeros en advertir a la dirigencia política de Francia sobre la potencialidad del virus gestado en Wuham (China) y que tan rápidamente se fue propagando.

En esta extensa conversación con Opé_podcast y Conversatorio.com.ar, Moreno habla de la observación de los datos y las particularidades de esta pandemia. Del rol de los Estados-Nación y el de las ciudades y de cómo será, cada vez más necesario, transformar la vida urbana. Fundamentalmente de las ciudades globales, de ir hacia una mayor vida de proximidad, de dar pelea contra el cambio climático, de bajar imperiosamente la polución, y de recuperar una calidad de vida más humana. 

Esta conversación transcurre en momentos en que, tal como el propio Moreno advierte, el COVID19 pega fuerte en Paris y en una zona de Francia que limita con Alemania. No se cansa de difundir, de investigar, estudiar, analizar.

La generación C, la participación ciudadana, los nuevos hábitos de vecindad, la ciudad de 15 minutos, los totalitarismos, el mundo interconectado y sus complejidades, y las redes de gobiernos locales frente a los problemas transnacionales, son también algunos de los ejes por los que fue transcurriendo la conversación.

Moreno anticipa que nos tendremos que acostumbrar a convivir con el COVID19. Se viene una larga etapa de Co-COVID, dispara.

-Profesor, usted caracterizó esta pandemia como sanitaria y eminentemente urbana. En ese sentido, ¿cómo observa que está afectando a las ciudades, y cómo puntualmente a las llamadas ciudades globales?

-Desde su propio origen, cuando observé el nacimiento de la pandemia, a finales de enero en China (Wuham), tuve la oportunidad de comenzar a estudiarla y hacer un seguimiento sobre su impacto tanto en Francia como en Italia. Mi convicción profunda es que se trata, por primera vez en la historia moderna, de un virus de una viralidad y propagación muy muy rápida, de un carácter fuertemente infeccioso y que, independientemente del número de personas afectadas, tiene un impacto fuertemente urbano.

Es una enfermedad urbana y es, ante todo, un choque sistémico de ciudad, y fundamentalmente de las ciudades de fuerte concentración donde encuentra terreno propicio para su propagación. Y que por la ausencia de vacunas o tratamiento, la única forma de reducirla, de enfrentarla, es con “distanciamiento social”. Que en realidad debe ser entendido como distanciamiento físico y no como un distanciamiento social. Se trata de reducir el contacto a lo mínimo posible para que la barrera física impida la propagación. Esto significa, concretamente, alterar la ciudad. Y como vivimos en un mundo que es el mundo de las ciudades, en el siglo de las ciudades, el lugar donde creamos valor económico, social y cultural, reducir la actividad urbana a prácticamente cero genera un trauma total. No hay crecimiento, económico, no hay generación de valor, sin saber cómo se puede salir de esta crisis.

-Nos llamó la atención en uno de sus artículos recientes que, pese a vivir en tiempos de Big Data, usted advirtió cierta ausencia de datos, mala calidad o mal manejo de los mismos.

-Cuando yo empecé a estudiar la evolución de la enfermedad, el 24 de enero, y su incidencia en una región específica de China, me di cuenta del impacto. Wuham es una ciudad de siete millones de habitantes, una ciudad de la innovación y muy interconectada. Entonces, al originarse todo en una ciudad tan importante, en menos de tres días, independientemente de la cantidad o calidad de los datos, eran lo suficientemente importantes como para no advertir que algo muy grave estaba pasando y se estaba gestando.

Por esa razón yo le di tanta importancia al hecho de empezar a estudiar este fenómeno. Me pareció que era imprescindible comprender los mecanismos de propagación, porque para que el gobierno chino estuviera dispuesto a sacrificar la actividad económica de una provincia tan importante, debería tener razones lo suficientemente valederas. Los datos no eran ni siguen siendo accesibles. Hay mucha dificultad para conocer la fiabilidad de los datos, y hasta es probable que se subestimen tanto los casos (contagios) como los decesos. Pero eso no impide darnos cuentas de la dimensión.

-Resulta paradójico en tiempos de Big data

-Bueno, es propio del funcionamiento de la sociedad china, que tiene un funcionamiento bastante vertical y no es fácil reconocer el punto de convergencia del Estado con una realidad en el terreno. Pero esta propagación comenzó a hacerse presente en países como Corea del Sur, Italia, Estados Unidos, y ya con datos más fiables empezó a intervenir la comunidad científica mundial, comenzaron a abrirse datos, y yo empecé a trabajar con esos datos. Pero además, no se necesita tener 50 diplomas de científico para entender muy rápidamente el peligro y la potencia viral de la enfermedad. Acá en Francia, por ejemplo, a pesar de la dificultad de los datos chinos y tal vez del poco interés en que los mismos trascendieran, los datos trascendieron y el mundo tuvo conocimiento temprano de lo que estaba pasando. Diría desde el 7 de febrero. Por tanto, la carencia de datos puede ser real, pero dadas las características biofísicas y biomatemáticas de esta viralidad, es que pusieron en alerta muy rápidamente a todos aquellos que lo estudiamos, al menos con un mínimo de rigor.

-Cómo usted bien dice estamos en el siglo de las ciudades y, sin embargo, parece que las respuestas a esta pandemia han quedado en manos de los Estados-Nación. ¿Eso significa un retroceso para los niveles de gobierno local? 

-Esta pregunta es clave porque estamos viviendo una crisis sistémica urbana de origen sanitario que tiene a las ciudades paralizadas y que por lo tanto tiene a la actividad mundial paralizada. Tenemos a la mitad de la población mundial confinada. Y todo esto va a continuar, inclusive en lugares en donde se creía que había sido controlada. Entonces, el mundo de las ciudades es el mundo clave para saber si le damos o no contención a la propagación de esta enfermedad. Y los Estados, por su lado, tienen potestad sobre la salud, como la tienen sobre la educación, la defensa y el control de las fronteras. Por tanto, si bien es cierto que son los Estados los que han asumido las respuestas, observo que parecen no estar a la altura del desafío que enfrentan si es que no implican, de manera muy estrecha, a las ciudades que son en definitiva los reales operadores y los reales vectores de las medidas que permiten controlar o no esta viralidad.

Y se observa muy claramente en países como Estados Unidos, por ejemplo, donde su presidente Donald Trump no creyó desde un principio en el potencial de esta enfermedad, que son las ciudades las que enfrentan el drama. Casos inentendibles como los de Trump o Bolsonaro, que tienen posiciones Covid escépticas, tienen afortunadamente ciudades o regiones que hacen frente a esta delicada situación.

Mi sentimiento y mi convicción más profunda es, entonces, que si no hay una concertación muy estrecha entre los Estados-Nación y las gobernanzas locales, será muy difícil contener esta viralidad.

-Sin ánimo ni pretensión de adivinar el futuro, de no caer en la tentación predictiva, podemos imaginar cierta inclinación a la construcción de ciudades más humanas, más resilientes, más propensas a las dinámicas de la proximidad, policéntricas, más atentas al cuidado del medio ambiente…    

-Hoy más que nunca esta visión de una ciudad de proximidad, de una ciudad humana, de una ciudad viva en la cual la ciudadanía se manifiesta a través de una mejor calidad de vida, de menor distancia para recorrer, más accesibilidad, con policentrismo, con polimorfismo, con mejor utilización de los recursos que se tienen cerca, con más espacios para caminar, con menos polución, con más naturaleza, bicicleta, biodiversidad, e intergeneracional, es una necesidad fundamental.

Necesitamos transformar, ahora más que nunca, la manera de vivir en las ciudades. Las nuevas enfermedades urbanas han manifestado ya que no estamos en una novedad en cuanto a su viralidad. Porque a diferencia de las anteriores conocidas, ataca el corazón mismo de la actividad económica de las grandes concentraciones urbanas, y de las centralidades. Por eso nos lleva, a quienes portamos esta visión de las ciudades humanas, de los 15 minutos, de la proximidad y policéntricas, a confirmar que nuestra hoja de ruta está basada y fundamentada en la necesidad de tener una mejor calidad de vida, de aire, calidad de agua, calidad de salud, y mayor protección del clima.

Estamos frente a algo muy nuevo, tan nuevo que diría que ya no vamos a vivir tiempos de post COVID sino de CO-COVID. Vamos a coexistir con este COVIDun largo tiempo. Por lo menos por los próximos dos años que es el tiempo promedio para contar con una vacuna lo suficientemente segura y masiva. Mientras no tengamos la vacuna vamos a convivir con el COVID. Por tanto, vamos a tener una vida urbana que necesita cambiar nuestro funcionamiento.

…Y se supone que cuando esté esa vacuna deberíamos haber aprendido algo. Pero de todos modos, más allá del convencimiento de avanzar hacia ciudades más humanas, vamos a seguir conviviendo con las fragilidades y vulnerabilidades de las ciudades globales, como lo son su exceso de turismo, su polución, sus interdependencias…

-Forman parte de los aspectos que nos debemos cuestionar para las próximas etapas una vez que se supere este fuerte confinamiento. Las secuelas que va a dejar esta situación del COVID19 van a significar un trauma psicológico y un trauma social frente a lo que viene. Porque en la mente de todo el mundo está ahora, no solamente las muertes y las secuelas físicas que dejará esta pandemia, sino la incertidumbre de no saber cuándo en Francia nos volveremos a dar la mano o a saludarnos con un beso, o cuándo en Argentina volverán a abrazarse. Nadie sabe cuándo volverá a suceder eso.

Estamos entonces en una verdadera encrucijada, que va a ser objeto de una pelea muy fuerte.  Yo creo que lo que sigue, una vez que salgamos del confinamiento, no será un momento de calma. Por el contrario, serán momentos de tempestad. Una tempestad dada por la confrontación entre el mundo que está muriendo y el mundo que está emergiendo. Y como decía Gramsci en cartas desde la prisión, entre el mundo que no quiere morir y el mundo que está por nacer, se engendran monstruos. Y estamos en tiempos de esos monstruos políticos, de los Trump, de los Bolsonaros, y los monstruos del escepticismo, los monstruos económicos del ultraliberalismo, y del autoritarismo político en todas sus formas. Este momento mundial no puede ser desligado de ese conjunto de situaciones de fragilidad de lo que representa la vida urbana y la dificultad de los Estados-Nación para coexistir con las ciudades. Porque verdaderamente en el fondo está esa dificultad de coexistencia de esos Estados-Nación con las ciudades.

Son ciertas las fragilidades que exponen a las ciudades globales. El mundo del mañana, del Co-COVID, no puede ser un mundo en el que tengas a más turistas en Venecia que venecianos que habitan la ciudad. No podrá ser un mundo en donde Paris tenga más departamentos a disposición de airbnb, que para ciudadanos del lugar que necesitan alojamiento.

-Son dificultades, fragilidades, vulnerabilidades, que se observaban de antes de la pandemia. Sin embargo, Paris tiene una alcaldesa (Anne Hidalgo) que lidera una red de ciudades contra el cambio climático, y sin embargo, Paris enfrenta estas circunstancias tan dramáticas…

-El caso de la alcaldesa de Paris liderando el C40, a quien apoyo fuertemente, es un claro ejemplo de los retos que deben enfrentar las ciudades globales. Y de las verdaderas razones que se tiene cuando se limitan los espacios para la circulación de automóviles, facilitando la circulación peatonal, en bicicleta, las energías renovables, el cuidado del agua, del espacio verde, y pone de manifiesto el combate con todos aquellos que no quieren abandonar sus autos, los que se resisten. Lo interesante que legitima esta pandemia es que definitivamente tenemos que cambiar de chip.  Y ante todo le da a la juventud elementos mayores para alimentar sus luchas contra la polución, etc. Creo que estamos ante una nueva generación. La generación C, del COVID, que está viendo que el mundo que estamos dejando no es viable. Porque este episodio, esta afectación mundial, es apenas un ensayo de las repercusiones que seguirá teniendo el cambio climático.

-Esto implica entonces que no solo cambiará la ciudad sino que también cambiarán los ciudadanos. Cambiará la cultura ciudadana…

-Claramente. Una cultura ciudadana que tenga claro lo que se necesita para ser resilientes, Es el combate de hoy en día, es el combate al que estamos asistiendo. Cuando estás confinado por tres semanas o más, estás asistiendo a una nueva manera de relacionarte. Estás teniendo un nuevo vínculo con el tiempo. Con el tiempo calendario, el tiempo de la creatividad y el tiempo interior. Estamos asistiendo a ese nacimiento. La gente confinada está tomando el tiempo para estar con sus hijos, para jugar a juegos que hacía mucho tiempo habían olvidado, hablar con ellos, con padres y madres, hablar con los vecinos. Cuánta gente, en Paris por ejemplo, está descubriendo que su vecino tocaba la trompeta, que el de abajo habla inglés o que el enfrente practica canto lírico. Nos estamos relacionando por los balcones y las ventanas. Estamos haciendo ruido. La gente se está redescubriendo, está saliendo de su anonimato ciudadano. Y estamos entonces creando una nueva sociabilidad.

–Podemos decir que las ciudades son el arma para la batalla contra el liberalismo extremo, los totalitarismos…la ciudad por encima del Estado- Nación.

  -Es de esperar, en estos momentos de crisis, que las ciudades y las gobernanzas locales asuman un papel de liderazgo para poder salir adelante. Para desconfinar, para salir del aislamiento hay que hacer test, pero test que se tienen que hacer muy localmente, con proximidad, con los alcaldes, con las asociaciones de barrios, con los medios locales, con los médicos generalistas del barrio, con los vecinos. Necesitamos disciplina social si creemos que la democracia participativa y de acción nos puede dar una solución. De lo contrario, nos imponen la autoridad, nos imponen al Ejército, a la policía y todo será entonces bajo la represión. Tenemos que escoger qué camino queremos seguir.  

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