Morir de Covid o de Hambre

Sociedad
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Durante los primeros meses del encierro miles de personas trabajadoras del hogar fueron despedidas injustamente por sus empleadoras sin ninguna protección del Estado. Lo mismo sucedió con personas trabajadoras de la industria de la hospitalidad, cuyo mayor ingreso viene de las propinas. La franja de la población de clase media-baja (también comerciantes, albañiles, jornaleros agrícolas, para imaginarnos un espectro más amplio) vive al día y logra sobrevivir a través de la economía informal y la solidaridad comunitaria. Su relación con el Estado Mexicano es escasa: no pagan impuestos, la mayoría no cotiza en el IMSS, a sus hijos los cuidan las vecinas, sus medicinas se las regala una fundación, se las condiciona un político o las tienen que comprar con lo poco que logran ahorrar; se protegen de los malandros a través de organizaciones de vecinas y vecinos, etcétera.

En el país de la "o" vivir no es una opción para ellas. La polarización propuesta por el presi desde Palacio Nacional y aceptada por la opo, estableció un dilema horroroso en el debate público: morir de hambre o morir de Covid. Salvar la salud o salvar la economía, lamentablemente ese fue el dilema. En el país de la "y", no habría dilema. La pregunta hubiera sido: ¿cómo hacemos para salvar la salud "y" la economía?

Detrás de las políticas del presi y de su gabinete de salud, siempre estuvo presente el mensaje de mantener viva la economía popular, para que el pueblo no se muriera de hambre. Y así lo comunicaron explícitamente. Anticiparon que la pandemia afectaría más a los menos favorecidos. Además, el encierro, como buen desastre natural, también significó un duro golpe al calendario de la 4T al retrasar indefinidamente algunas obras y proyectos de gobierno.

En el fondo, estas dos son las razones estratégicas que explican por qué el subsecretario López-Gatell y el entorno presidencial intentaron y siguen intentando minimizar la pandemia y sus consecuencias en materia de salud pública.

La opo leyó correctamente la jugada e intentó capitalizarla contrastando con el régimen por el mal manejo de la crisis. Hicieron un registro puntual de la información que generaba López-Gatell y fueron contrastándola con la realidad, con otros datos y con otras historias de pérdidas humanas. Al principio también acompañaron al sector productivo en su reclamo por rescatar a las empresas. Posteriormente la estrategia opositora se centró mucho más en demostrar que el presi y los suyos estaban matando a México de Covid.

La aprobación presidencial durante la pandemia tuvo un comportamiento del que tenemos mucho que aprender. Los sondeos muestran cómo el presi fue cayendo hasta llegar a su mínimo a mediados de 2020, justo cuando toda la conversación pública era muerte, hospitales llenos, falta de medicinas, negocios en quiebra y un sinfín de tragedias.

Después del verano, la aprobación se fue recuperando hasta regresar en diciembre del 2021 a los mismos niveles que tuvo antes de la pandemia. En enero, con la ola de contagios provocados por la variante Ómicron, la aprobación resintió una nueva caída. ¿Por qué bajó el Presidente?

En el registro diario que publica Roy Campos en su página web podemos observar que, coincidentemente, cada que suben las hospitalizaciones, los contagios y las muertes, la aprobación presidencial tiende a bajar. Hay gente que nunca va a dar su aprobación al presi, y hay gente que jamás lo va a dejar de seguir. Ahí se encuentra hoy la mayoría del electorado. Quienes oscilan y hacen mover al indicador son las clases medias. En este caso las medias bajas.

Estas personas no existen para el país de la "o"; mejor dicho, no les parece atractivo morir de Covid o de hambre. Dicho de otro modo, si estuvieran contentos con alguna de las opciones no se estarían moviendo. El mensaje es muy claro: son el segmento que definirá las elecciones en el futuro. Para hablarles hay que pensar con la "y"; entender que no se trata de salvar la economía o salvar la salud. Sino de hacer ambas cosas.

Roberto Trad Hasbun

Via: REFORMA

 

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