Discursos De Odio: ¿Hasta Cuándo?

Discurso y Oratoria
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¿Por qué nadie está hablando de esto?

Últimamente se habla mucho de profesionalizar la política y la consultoría política. Pero, ¿por qué nadie está hablando de cómo frenar los discursos de odio? ¿Por qué son cada vez más utilizados por políticos, gobernantes, consultores y asesores?

Cada tanto, muchos de nuestros países están en llamas, sumergidos en olas de violencia, protestas, democracias fragmentadas y estabilidad golpeada; esto es, en gran medida, a causa de los discursos de odio. El odio se está generalizando, tanto en las democracias liberales como en los sistemas autoritarios y totalitarios. El discurso de odio constituye una amenaza para los valores democráticos, la estabilidad social y la paz.

Pero, ¿qué son realmente los discursos de odio? Como definición, el discurso de odio es cualquier forma de comunicación o comportamiento (puede ser incluso un gesto o lenguaje corporal) que constituya un ataque o utilice lenguaje peyorativo, discriminatorio o incluso violento. Son empleados en relación a una persona o un grupo de personas sobre la base de quiénes son o, en otras palabras, en razón de su religión, origen étnico, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otro factor de identidad (United Nations, 2019). Los discursos de odio promueven la intolerancia, la discriminación y crean un clima de agresiones hacia las minorías.

Así pues, podría afirmarse que los discursos de odio son una incitación a la violencia, un llamado explícito a realizar actos violentos injustificados. En distintas ocasiones son utilizados no solo por gobernantes, sino por figuras públicas, influencers, miembros de la sociedad civil, la prensa, “pseudoperiodistas”, etc. De esta forma, al viralizar este tipo de discursos pueden llegar a ser normalizados más fácilmente.

LOS DISCURSOS DE ODIO NO SON LIBERTAD DE EXPRESIÓN

“El odio, por más que se maquille de libertad de expresión, siempre  será odio” (Pozo, 2020). El uso de lenguaje peyorativo o discriminatorio NO ES libertad de opinión ni libertad de expresión.

Hacer frente al discurso de odio no significa limitar la libertad de expresión ni prohibir su ejercicio, sino impedir que este tipo de discurso degenere en algo más peligroso, como la incitación a la discriminación, la hostilidad y la violencia, actos que están prohibidos por el derecho internacional. En este sentido, los discursos de odio se ubican en tensión entre el derecho a expresar todo tipo de ideas en el debate público y la necesidad de garantizar a todas y todos los ciudadanos y las ciudadanas la igualdad en el ejercicio de sus derechos.

Así pues, los discursos de odio sólo contribuyen a la polarización y a  la división de sociedades, haciendo la grieta más ancha. Este fenómeno de  orientación a los extremos se genera desde la indiferencia, la intolerancia, la inequidad, la falta de empatía, la hostilidad, la ceguera social, el ego, la falta de consensos y la falta de voluntad para ceder.

ESTRATEGIA DE CONTRASTE

Por otra parte, una estrategia de contraste no tiene por qué convertirse en discursos de odio, como es el caso de la campaña de Donald Trump de 2016 y 2020. Trump es probablemente el mayor exponente de los discursos de odio, un claro ejemplo de esto es su discurso de odio en contra de los migrantes.

Los candidatos y gobernantes deben comprender que es posible exponer discursos y propuestas polémicas sin destilar odio. Trump tuvo cuatro años de gobierno y dos campañas políticas llenas de discursos de odio, que desencadenaron en consecuencias terribles como el famoso ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021. Entonces, la estrategia de contraste sí puede tener lugar en el escenario político, pero no se debe cruzar la delgada línea hacia los discursos de odio.

Ahora bien, las ideologías existen, es evidente, pero es necesario dejar de clasificar a los seres humanos por colores rojos y azules. Las ideologías revelan cierta identidad, preferencia e inclinación política de los ciudadanos, sin embargo, hoy en día ganan los candidatos que se alejan de las ideologías extremas y se muestran más conciliadores con un discurso de unidad, a pesar de que muchos consideren esto como un comportamiento “antinatural”.

DISCURSOS DEL CIEGO, SORDO, MUDO

Los discursos de indiferencia también son discursos de odio. El silencio es una señal de indiferencia ante el fanatismo y la intolerancia, más aún en los momentos en que la situación se agrava y las personas vulnerables se convierten en víctimas. La indiferencia es complicidad. No basta con no usar los discursos de odio, también es importante reportarlos.

Hay candidatos y gobernantes que sufren esta falencia al pensar que si no lo nombran, el problema no existe, que si no lo mencionan, el problema no está́ ahí́, ignorando los verdaderos malestares sociales y subestimando a las minorías.

GOBERNABILIDAD

También, los discursos de odio afectan la toma de decisiones y la implementación de políticas públicas de algunos gobiernos. Una política pública o una ley puede ser rechazada por una mala comunicación o mala  interpretación.

La relación entre gobernantes y gobernados siempre va a ser más sencilla si existe una buena comunicación de por medio. Los discursos de odio no pueden ser considerados como una herramienta para reprender a los ciudadanos u obligarlos a aceptar decisiones polémicas del gobierno.

EL VILLANO FAVORITO

Además, es necesario prestar mucha atención a los “villanos” que representan más a la población que el mismo oficialismo o que todo el sistema en sí. Claros ejemplos del fenómeno de identificación de la sociedad con el villano son los atracadores de La Casa de Papel, el Guasón, entre tantos otros.

Debemos tener mucho cuidado en una estrategia de construcción del villano ideal, porque en nuestro afán por posicionar nuestro adversario como lo malo o hacer una campaña basada en discursos de odio podemos terminar entregándole la campaña en bandeja de plata y obtener un resultado totalmente contrario.

EL VILLANO NO ES EL CIUDADANO

Trasladar las incompetencias e inoperancia de los gobernantes a los ciudadanos nunca será una vía para gobernar. Pensar que los villanos son los ciudadanos porque son considerados desobedientes, incultos o porque son desadaptados sociales que quieren protestar por todo y quemar todo, entre otros discursos recurrentes, es la excusa más cobarde que puede usar un gobernante. Esto también es un discurso de odio y en la mayoría de los casos es la justificación perfecta para recurrir a la represión policial.

Por otra parte, los discursos de odio generan una influencia en el comportamiento electoral de la ciudadanía. Los ciudadanos han empezado a votar por causas, no por personas, ni por ideologías y menos por personajes que solo recurren a estrategias oscuras de la vieja política como herramienta para mantenerse o llegar al poder a través de los discursos de odio. Existe una grave crisis de representación que termina causando una profunda desafección de los ciudadanos con la política.

La desafección política se define como la consecuencia de una desconexión entre la clase política y los ciudadanos que ha causado en ellos desinterés, apatía y el sentimiento de que no están siendo representados.

Teniendo en cuenta este panorama, la comunicación política debe servir para unir a los políticos con los ciudadanos, no para separarlos. La gente está asqueada de la política y esto es en gran medida por los discursos de odio. Desafortunadamente, cada vez más personas sin preparación, sin vocación de servicio y con discursos discriminatorios, quieren estar en política con el fin de obtener beneficios personales, situación de la cual los ciudadanos son cada vez más conscientes y desaprueban el cinismo que ostentan este tipo de políticos. Además, los candidatos con ideologías extremistas en su lucha por “ser la mejor opción” repelen cada vez más a los ciudadanos y agravan el problema de la falta de identidad y representación.

Por este motivo, la ciudadanía percibe menos a la política como un medio eficiente para encontrar soluciones o luchar por causas, sino como un sistema que le genera desconfianza constantemente.

REDES SOCIALES ¿O ANTISOCIALES?

Los discursos de odio afectan también el comportamiento de los ciudadanos en redes sociales. Los ciudadanos empiezan a tener cada vez menos interacciones o a opinar menos de política en redes porque no todos están dispuestos a asumir ese “hate speech” y a recibir comentarios llenos de violencia por sus opiniones e ideologías. Para afrontar este problema, algunas redes sociales están actualizando sus términos y condiciones con el fin de luchar contra las publicaciones que contengan discursos de odio, como es el caso de plataformas como Twitter y TikTok. Sin embargo, aún es común en casi todas las redes sociales observar a diario avalanchas de odio, incluso por razones banales.

TikTok, por ejemplo, es una red social relativamente nueva, no obstante, el 20 de agosto de 2021 anunció que eliminó más de 380.000 videos en Estados Unidos por violar sus reglas contra el discurso de odio. La compañía también prohibió más de 1.300 cuentas por contenido o comportamiento de odio y eliminó más de 64.000 comentarios (France 24, 2020).

Con todas las plataformas que tenemos actualmente para luchar por tantas causas justas, usarlas para promover la discriminación, el odio e intolerancia es un uso totalmente irresponsable.

LA POLÍTICA NO TIENE QUE SER HOSTIL

Es necesario hacer un llamado para dejar de normalizar los discursos de odio. Los ciudadanos deben percibir a la política como un medio para encontrar soluciones, no para escuchar cómo los políticos se pelean y utilizan este tipo de discursos. Los miembros de la sociedad tienen problemas reales que ni el lawfare ni el linchamiento mediático van a lograr solucionar. Por lo tanto, se debe reconocer que los discursos de odio NO generan beneficio alguno en sus vidas, por el contrario, la gente reclama soluciones reales y viables a sus problemas. La ciudadanía está en búsqueda de más gobiernos inclusivos que gobiernen para todos y no solo para un sector de la población, de modo que ninguna clase social, ningún sector y ninguna minoría quede excluida.

El discurso de odio está convirtiéndose en un arma para cosechar ganancias políticas y obtener más votos a partir de una retórica incendiaria que estigmatiza y deshumaniza a las minorías, los migrantes, los refugiados, las mujeres y todos aquellos etiquetados como “los otros”, “los que a mí no me interesan”, “los que mi partido no representa”.

De esta forma, la sociedad hace un llamado recurrente a que los gobiernos sean cada vez más abiertos y participativos. Por eso podemos ver a candidatos como Guillermo Lasso ganar en Ecuador, por eso están triunfando campañas como “Encontrémonos para lograrlo”, “Juntos lo estamos logrando”, etc. Los ciudadanos están en busca de políticos que conecten y que proyecten cercanía, igualdad, unidad. No es tiempo de agendas personales, es tiempo de unidad y, sobre todo, de empatía.

“Politics by the people, for the people.

Government of the people, by the people, for the people”

- Abraham Lincoln

 

FUENTE: LIBRO “CAMPAÑAS MODERNAS, GOBIERNOS DESORIENTADOS”, Editor Daniel Ivoskus Pág. 201.

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